El ataque con armas químicas que sufrió la población siria en la provincia de Idlib, y que fueron atribuidos al régimen de Bashar al Assad, se convirtió en el factor que motivó el cambio de actitud de La Casa Blanca respecto a la forma en la que se abordaría la crisis siria. Durante el gobierno de Obama, Trump señaló que un ataque a Siria no sólo necesitaría la aprobación del Congreso, sino también de un análisis integral en lo relativo a las deudas que esto traería para EE.UU. y los efectos a largo plazo que esto significaría para la sociedad norteamericana. No obstante, y en función de los recientes ataques con armas químicas, La Casa Blanca estableció que reaccionar militarmente y en forma oportuna en contra del régimen de Al Assad no sólo era necesario, sino que era vital para los intereses de EE.UU., especialmente si se considera que un objetivo estratégico de Washington es la prevención y disuasión del uso de armas químicas. En este sentido, y a diferencia de la inacción que evidenció Obama el año 2013, cuando el régimen de Al Assad usó armas químicas en contra de la población siria, el gobierno de Trump no sólo quiso demostrar su disposición a hacer respetar los límites humanitarios que se rompen con el uso de este tipo de armas, sino también flexibilidad en lo que respecta a la toma de decisiones estratégicas y su empoderamiento como Comandante en Jefe, lo que hizo a partir de considerar que el ataque norteamericano en contra la base militar siria de Shayrat no sólo es una respuesta en contra del régimen sirio, sino también un claro mensaje a Irán, Corea del Norte, e incluso a Rusia, respecto a que los intereses norteamericanos serán resguardados militarmente más allá de los análisis relativos a los equilibrios geopolíticos que durante años han existido.
Publicación en LA TERCERA