Cuando el 03 de marzo del año 2020, el Ministerio de Salud de nuestro país confirmó el primer caso de covid-19, probablemente nadie hubiese podido predecir los cambios que íbamos a afrontar en términos de hábitos y estilo de vida. A la fecha ya han pasado 14 meses y gran parte de la población infantil de nuestro país continúa participando de sus actividades escolares mediante modalidad remota desde sus propios hogares. Este escenario, que se ha producido como efecto de las medidas tendientes a disminuir la propagación de la pandemia, conlleva que los niños permanezcan gran parte de su día a día en al interior de sus propias viviendas.
A pesar que las familias califican sus hogares como cálidos y seguros, estos también representan un escenario donde los niños pueden sufrir algún tipo de “accidente”, como puede llegar a ser una quemadura. Esto, especialmente cuando en las familias se presentan condiciones de hacinamiento, vulnerabilidad social, deprivación sociocultural o, simplemente, mientras los padres/madres desarrollan teletrabajo y/o quehaceres propios del hogar.
De acuerdo a los reportes dados por la Corporación de Ayuda al Niño Quemado (COANIQUEM) unos 4 mil niños sufren quemaduras anualmente, de los cuales, en el 90% de los casos el “accidente” ocurre al interior de los propios hogares, siendo además el grupo atareo conformado por menores de 5 años el 70% del total de nuevos casos. En concordancia, en base a estos antecedentes, considero de gran relevancia generar conciencia en los niños y adultos responsables de sus cuidados, sobre las medidas preventivas de quemaduras al interior de nuestros propios hogares, especialmente cuando, a causa de las condiciones climáticas propias de nuestra zona, ad-portas del periodo invernal, aumentan los factores de riesgo, aumentando también el número de quemaduras infantiles.
Las quemaduras ya no son un accidente, se pueden predecir y evitar, esto mediante medidas como: evitar que los niños establezcan su lugar de juego en la cocina, cercar combustión lenta y estufas a leña evitando el acercamiento de los niños y por, sobre todo, desde mi perspectiva, educando a los propios niños sobre los riesgos a los que se encuentra expuestos en el hogar. Solo así, considerando estas medidas tendremos menos niños quemados en los meses venideros.