Cuando Obama llegó a La Casa Blanca el 2009, lo hizo bajo una serie de promesas que buscaban mejorar la pésima imagen internacional que el gobierno de George W. Bush había dejado. 8 años después, y tras dos períodos de gobierno, algunas de las promesas de Obama no se cumplieron, pasando a ser calificadas como sendas deudas. He aquí un recuento de alguna de ellas:
Obama, y a partir de la vergüenza que significara la divulgación de las fotos de Abu-Grahib, prometió el cierre de Guantánamo. Sin embargo, y a pesar de haber firmado una orden ejecutiva para el cierre del penal, no pudo finalmente materializar su clausura, ni tampoco logró conseguir el traslado masivo de prisioneros a países aliados.
A su vez, y en su primera gira a Medio Oriente, Obama ofreció un discurso en la Universidad de El Cairo, el que fue catalogado como histórico en virtud de la nueva relación de confianza y amistad que Washington ofrecería al mundo musulmán. No obstante, los hechos demostraron que sus palabras no tuvieron los alcances que el mensaje ofrecía, lo que se evidencia en el hecho que Estados Unidos no sólo sigue siendo el principal objetivo del islamismo radical, sino que su imagen país se ha debilitado en las sociedades islámicas, aumentando, a su vez, la islamofobia dentro de Norteamérica.
También tuvo promesas en lo referido a liderar la lucha contra el cambio climático, evidenciando promesas que daban cuenta de una actitud de cooperación que otros gobiernos norteamericanos no habían mostrado. La realidad indicó que los esfuerzos de Washington fueron utilizados como moneda de cambio para frenar los avances y desarrollo de Rusia y China, demostrándose una agenda propia y poco solidaria respecto a un flagelo global.
Tampoco pudo cumplir su promesa relativa a salir militarmente de Afganistán e Irak. De hecho, su mensaje inicial se vio potenciado con sendos anuncios de retiradas, los que resultaron instrumentales a un momento determinado.
En la dinámica del poder nuclear, el éxito que Obama tuvo en relación a Irán se nubló con la imposibilidad de frenar las actitudes anti sistémicas de Kim Jong-un y el posicionamiento de Corea del Norte como potencia nuclear y como una amenaza a la seguridad internacional.
Por otro lado, Obama no tuvo la fuerza para empoderarse como un actor clave en la solución de dos Estados en el conflicto entre Israel y Palestina. De hecho, su reciente abstención, en la resolución condenatoria a Israel y promulgada por el Consejo de Seguridad, ha de entenderse como una limpieza de imagen ante la pasividad que demostró en un tema de tanta relevancia internacional.
Otro fracaso a la limpieza de imagen de Washington se evidenció con los antecedentes que Edward Snowden y Wikileaks filtraran y en donde se demostraba, entre otros, que las técnicas de torturas, tanto en Irak y Afganistán, no habían finalizado con la salida de George W. Bush de La Casa Blanca.
En la dinámica de poder, tampoco fue un referente en la crisis de Crimea, lo que empoderó a Rusia, potenciando a éste como actor en la escena internacional, lo que derivó en la actitud de Moscú en potenciar el apoyo al régimen de Bashar Al-Assad, perpetuándose así las condiciones para la guerra civil que actualmente se desarrolla en Siria.