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La Piscirickettsiosis y el uso de antibacterianos

29 junio 2017 | Por Gabriela Quintana R.

Académica del Instituito de Acuicultura, Dra. Sandra Bravo, publica columna de opinión sobre los antibacterianos en la salmonicultura en AQUA.cl

Uno de los problemas que más  preocupa  a la industria salmonera  y a las autoridades  en nuestro país, es el como disminuir  los volúmenes de antibacterianos  usados para el control de la Piscirickettsiosis  en la crianza de salmones y truchas en el mar. Este es un tema  complejo y parece  no tener solución, aun cuando la industria declaró en su informe de sustentabilidad  que las mortalidades  en el 2015 no superaron el 7% en la fase de crianza en el mar, lo que no se condice con los 630 g de ingrediente activo de antibacterianos usados por tonelada de salmón cosechado ese año. Por supuesto que estas  cifras  son alarmantes con respecto a  lo declarado por Noruega, país  que en el 2015 utilizó solo 9,2 gramos por tonelada de salmón cosechado. Claro que la industria salmonera en Noruega no tiene el problema de la Piscirickettsiosis como ocurre en Chile.

Piscirickettsia salmonis ha sido reportada por la mayoría de los países productores de salmón en el hemisferio norte, incluyendo a Canadá, Los Estados Unidos, Escocia, Irlanda y Noruega.  Es así que el primer reporte de esta enfermedad data de 1970  en Canadá, la cual fue llamada inicialmente “Enfermedad de Los Paréntesis”, pero  solo Noruega  registró en el otoño de 1988 un brote en salmón del Atlántico posterior a su ingreso al mar, con las mismas características  exhibidas  por los salmones enfermos en Chile, atribuido a condiciones ambientales adversas. Similar situación ocurrió en Canadá en el 2015, donde se registraron brotes de SRS asociados a las altas  temperaturas en el mar.

Si  analizamos la situación en Chile,  tenemos la misma bacteria que está presente en el hemisferio norte, tenemos las mismas especies de salmones que se cultivan en el hemisferio norte y solo cambia el ambiente.  De  hecho, los primeros registros de esta patología datan de 1983 en Chile, cuando no sabíamos con que patógeno nos enfrentábamos, los  volúmenes de producción de salmón eran bajos y la primera especie afectada  fue el salmón coho. Como no sabíamos  que patógeno generaba la enfermedad, le llamamos inicialmente el Síndrome del Salmón Coho, posteriormente se le denominó SRS (Síndrome Rickettsial del Salmón), y solo  en 1989, gracias  a una simple  tinción con Giemsa,  pudimos ver la bacteria, la que en esa fecha  provocaba altas  mortalidades  en los salmones de cultivo.

Lo complejo es que Piscirickettsia salmonis tiene la particularidad de ser intracelular, por lo que los antibacterianos  usados no son 100%  efectivos al no matar a las bacterias  que se protegen dentro de las células, y además, la formulación de vacunas para estas bacterias en peces es altamente compleja. Esto ha generado que los productores utilicen dosis de antibacterianos  superiores a las recomendadas para el tratamiento de peces. Es así que para el Florfenicol, producto que representó el  82,5% del total de antibacterianos usados por la salmonicultura en el 2016, la dosis recomendada es de 10 mg de ingrediente activo/kilo de pez/día, suministrado vía oral por un período de 10 días, en Chile se utiliza hasta 30 mg de ingrediente activo/kilo de pez/ día,  por  periodo de hasta 15 días.  Por  supuesto que si los productores utilizaran los antibacterianos en las  dosis y periodos recomendados, los volúmenes de antibióticos  se reducirían  al menos en 50%, reduciendo significativamente los costos de los tratamientos empleados, y el efecto no dimensionado, sobre  el ambiente acuático.

Todo esto nos debe hacer reflexionar respecto a las estrategias  a emplear  para  mantener bajo control a este patógeno, y hacia donde dirigir la investigación.  Definitivamente  no existen pócimas  mágicas.  Las  probabilidades de contar con nuevos productos antibacterianos en el corto plazo  y con vacunas  que  otorguen 100% de protección, con la tecnología  hoy disponible,  parecen muy lejanas. Por lo que lo recomendable es volver a lo básico, analizar la famosa  triada  que involucra al pez, patógeno y medio ambiente, para identificar los factores que gatillan la enfermedad y así buscar los mecanismos  para minimizar la manifestación de ésta.

Columna Publicada en AQUA

Fuente Fotografía: Editec

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