El pasado 5 de junio, día mundial del medio ambiente, se promulgó la Ley Marco de Cambio Climático, referida especialmente a la carbono-neutralidad y la resiliencia al clima a más tardar el año 2050. En este contexto, es propicio compartir algunas reflexiones que movilicen ideas y contribuyan al diálogo y la acción.
La sustentabilidad de nuestra manera de desarrollarnos como humanidad tiene en las problemáticas socioambientales un reto de gran envergadura. Ante la crisis producida por el cambio climático, hace algunas décadas el Informe Brutland establecía los problemas de carácter glocal más sensibles a los cuales prestar atención, entre los cuales se encuentran la seguridad alimentaria y, la amenaza a la biodiversidad y los ecosistemas.
Ante estas realidades tan complejas y sistémicas, surgen movimientos de Educación Ambiental y de Educación para la Sustentabilidad en diversos territorios a nivel mundial, con sus propios fundamentos pedagógicos, filosóficos, culturales y políticos, en el entendido que la educación tiene entre sus funciones preferentes formar una ciudadanía socio ambientalmente sensible y con las competencias necesarias para adaptarse a una realidad ambiental-climática adversa y mitigar sus consecuencias. De manera especial, es al interior del proceso educativo, con dispositivos pedagógicos y didácticos coherentes, el lugar donde se pueden desarrollar las capacidades cognitivas, actitudinales, procedimentales y también los valores y sentimientos para el abordaje de las problemáticas desde un enfoque basado en la actuación ante ellas y su transformación. Se trata, entonces, de promover en los y las estudiantes su capacidad de ser agentes de cambio de sus entornos para así contribuir en la regeneración ecosocial y la formulación del bien común.
Para lograrlo, la Hoja de Ruta para el Desarrollo Sostenible al año 2030, establece la necesidad de vincular al profesorado y empoderarlos por medio del desarrollo y fortalecimiento de capacidades para “ambientalizar” sus aulas. En nuestro país, el SINCAE (Sistema Nacional de Certificación Ambiental para establecimientos educacionales) busca, entre sus principales objetivos, impulsar la educación ambiental para la sustentabilidad en todo el quehacer educativo, donde la dimensión curricular, que vincula directamente al profesorado, es parte fundamental.
Es imperativo, entonces, avanzar hacia una Ambientalización Curricular (AC) en los establecimientos educativos, lo que no es una tarea sencilla, pues ella apuesta por repensar el proceso de enseñanza-aprendizaje para encontrar nuevas maneras de interacción entre el profesorado y su grupo de estudiantes, mediados por asuntos ambientales. La AC se trata de un proceso reflexivo y de acción orientado a integrar cuestiones ambientales en el desarrollo curricular, permitiendo el análisis del contexto socioambiental, así como la búsqueda de alternativas coherentes con los valores de la sustentabilidad.
Lo anterior requiere y justifica espacios formativos para el profesorado basados en la reflexión crítica y el empoderamiento para avanzar en la AC de sus aulas, que contemplen espacios de exploración del territorio desde un lente crítico, el establecimiento de diagnósticos socioambientales con foco en la identificación de problemáticas y, por medio de ellas, realizar procesos de contextualización del currículum y la introducción de competencias para la sustentabilidad que sean pertinentes y transversales.
A partir de lo anterior, se espera que la política educativa, los tomadores de decisiones en esta materia, los formadores de futuros y futuras docentes, así como la investigación educativa, propicien inspiren e impulsen en el profesorado innovaciones en esta línea. Esto, de hecho, debería ser un compromiso inaplazable.
Nota: En Chile, se suele utilizar el concepto de Desarrollo Sustentable en lugar de Sostenible, considerando lo establecido en el Artículo N° 2 de la Ley de Bases del Medio Ambiente.