El pensamiento conservador-neoliberal chileno -como lo denominan Renato Cristi y Carlos Ruiz (2016:161-171)- cristaliza luego de un singular proceso de síntesis ideológica en la segunda mitad del siglo XX, donde el corporativismo católico cede y se funde con las nociones de libre competencia y la primacía ontológica del individuo. Este proceso ha instalado un imperecedero temor y desprecio por las ciencias sociales y humanas, tornando marginal su papel en la vida nacional.
Bajo la dictadura cívico-militar, esta matriz conservadora-neoliberal se desplegó como fórmula hegemónica en los medios de comunicación, el aparato estatal y el sistema educativo, promoviendo la figura del individuo propietario, la eficiencia tecnocrática y el Estado mínimo; hoy: la desregulación, el nacionalismo cultural y la centralización del poder.
El miedo al pensamiento crítico y secular ha generado una reacción que pretende vincular a las ciencias sociales con el activismo militante, y no con un aporte sustantivo a la comprensión de nuestro pasado o problemas acuciantes del conjunto de personas que conformamos el país. Esta tensión permea las universidades y la competencia entre sus facultades; afuera, políticos alarmados denuncian interferencia de agendas extraacadémicas en la definición de temas de investigación.
Parece evidente que el análisis detenido y reflexivo sobre las desigualdades económicas, los conflictos sociales o nuestra historia pluricultural constituye un incómodo estorbo para esta forma de pensamiento la cual inunda reuniones de directorios, partidos políticos y corporaciones educativas. En este sentido, el pregón de que el crecimiento económico sólo será posible si aumentan la eficiencia, la libre competencia y el rol del mercado, da por sentado que nadie discute aquella escolar lección sobre un país culturalmente homogéneo y ejemplar, donde las personas, pese a su trabajo, se resignan metafísicamente ante las injusticias y las adversidades terrenales.
Parece razonable preguntarse si el nulo crecimiento del financiamiento en investigación en Humanidades y Ciencias Sociales en la última década -frente a otras áreas consideradas prioritarias o estratégicas: STEM, I+D+I, IA, etc.- esté relacionado con el retroceso de las humanidades en la educación media y superior ¿Será la estrategia despolitizar el pensamiento crítico como medida para fomentar el orden (la obediencia) y alejarlo del debate público?
Dr. Simón Urbina Araya
Escuela de Arqueología
Universidad Austral de Chile
Sede Puerto Montt