La conmemoración del Día Internacional del Libro, actividad que congregó a docentes, futuros/as profesores, escritores y poetas junto con amantes de las letras en el Aula Magna 1 del Campus Pelluco de la Universidad Austral de Chile Sede Puerto Montt, se desarrolló el 20 de abril desde las 11:00 hrs. de la mañana liderada por la Escuela de Pedagogía en Educación Básica y su centro de estudiantes, junto con “Poesía en la Austral” y el apoyo de la Dirección de Vinculación con el Medio de la Sede UACh.
En los distintos momentos de este evento que se extendió desde las 11 de la mañana hasta avanzadas horas de la tarde, se contó con la participación la gran poeta chilena Rosabetty Muñoz, quien fue parte importante en toda la jornada tanto por su presencia como por sus destacadas intervenciones.
En la jornada de la mañana compartió generosamente su enseñanza literaria como profesora y poeta, a profesores y futuros profesores y profesoras a través de un Taller de Literatura Poética, el que permitió mostrar y ahondar en su trabajo docente y artístico con escolares de diferentes edades en distintos establecimientos públicos chilotes, donde expresó que ha mantenido en su vida a Gabriela Mistral como ejemplo a seguir en su carrera de docente. En su trabajo como profesora de en sus talleres de literatura, mostró que detrás de cada estudiante que pasó por su aula existía un diamante en bruto, que gracias a la positiva influencia de esta profesora artista, la literatura y otras artes eran capaces de dar lo mejor de su talento, lo que fue imprimiéndose en evidencias históricas que en la actualidad son variados libros de poesía, de registros fotográficos y textos poéticos, instalaciones artísticas, ciclos de entrevistas televisadas de escritores famosos de este país por sus estudiantes registradas en internet y una serie de experiencias enriquecedoras para profesora y artista y para estudiantes que fueron marcados positivamente en su desarrollo escolar. Luego de la presentación se desarrolló un circuito de preguntas, la mayor parte de ellas en busca de ahondar más en la rica experiencia de la poeta y profesora.
Ceremonia Día del Libro
El acto central del día del Libro, que se desarrolló a las 16:30 horas, fue encabezado por el Vicerrector de Sede Dr. Carlos Haefner, quien entregó sus palabras de bienvenida, se contó también con la participación de la Directora Académica Mg. Sandra Burgos, Directora de Vinculación con el Medio Valentina Reyes y en representación de la organización el Director de la Escuela de Pedagogía en Educación Básica Dr. Pedro Aldunate.
Los puntos musicales estuvieron a cargo de Fernando Álvarez, docente UACh, guitarrista y voz principal de la banda Bordemar, quien junto a María Jesús Ocares y Matías Godoy, estudiantes de Pedagogía en Educación Básica con menciones deleitaron con música y canciones a los presentes.
El punto central fueron las lecturas poéticas de Rosabetty Muñoz, con una selección de poemas que fue valorado y aplaudido por el público presente. Para introducir esta lectura, el Director de la Escuela de Pedagogía en Educación Básica y poeta Pedro Aldunate realizó una extensa presentación estilo homenaje a la artista chilena, que se comparte de manera completa al pie de la nota.
Luego de la lectura poética y la valiosa compañía de este Día del Libro 2023, la poeta Rosabetty Muñoz recibió un afectuoso reconocimiento, en representación de la Escuela de Pedagogía en Educación Básica y la agrupación “Poesía en la Austral”, por la profesora de educación básica, poeta y estudiante del magíster en comunicación UACh, Giselle Sepúlveda y por la poeta y psicóloga UACh, Melissa Tardores.
Premios del Concurso de Microcuentos
Semanas antes de la celebración del Día del Libro se invitó a estudiantes de toda la Sede universitaria a participar en el concurso “Microcuentos del Sur de Chile”, organizado por el Centro de Estudiantes de Pedagogía en Educación básica, y en esta ceremonia se entregó un reconocimiento a los tres primeros lugares.
El primer lugar lo recibió el microcuento, que lleva por título “El Abrigo”, escrito por las estudiantes: Daniela Alejandra Oliva Uribe y Marcela Leonor Hermosilla Medina, el profesor Pedro Aldunate, Director de la carrera de Pedagogía en Educación Básica con menciones estuvo a cargo de entregar el premio y diploma de reconocimiento.
El segundo lugar lo recibió el microcuento “El Gigante Milenario”, escrito por el estudiante Ricardo Eliecer González Igor, la profesora Consuelo Bowen, docente de Educación Básica con menciones fue la encargada de entregar el premio y el diploma de reconocimiento.
El tercer lugar lo recibió el microcuento titulado “La Sorpresa”, escrito por el estudiante Matías Iván Ignacio Godoy Poblete, recibiendo de manos de Pablo Vargas, Presidente de la Federación de Estudiantes FEUACh Sede Puerto Montt entregó el premio y diploma de reconocimiento.
Posteriormente las y los escritores leyeron sus creaciones para darlas a conocer a todo el público presente.
Presentación Día Internacional del Libro – 20 de abril, 2023.
Por: Dr. Pedro Aldunate Flores
“Quien brille en la ciencia de la escritura, brillará como el sol”.
(Un escriba anónimo de la Antigüedad. Cit, en el “Exergo” de la Gramatología de Jaques Derrida.
Lo que tengo en mis manos es un trozo de fibra vegetal de la corteza de una palma. En una primera impresión, este entramado de fibras -esta textura- podría considerarse tan sólo como material orgánico en proceso de descomposición y es cierto, con este trozo de fibra -que uno fácilmente podría considerar como “basura”- bien puede servir -y de hecho, sirve- como yesca para encender el fuego.
Lo anterior no deja de ser una destinación meramente funcional de un material -la fibra vegetal de palma, junco, bambú o arroz (sí, el mismo ese que usamos para enrolar un cigarrillo, por ejemplo), en la antigua China y Oriente-; un material que, de suyo propio, reviste una importancia histórica y cultural que, subrayo, hay que volver a resignificar o volver a contar: me refiero al libro, que hoy nos corresponde celebrar; me refiero también a la historia del libro, que tan bellamente recorre Irene Vallejo en su libro “El infinito en un Junco”, donde a partir de historias más bien olvidadas, se reconstruye el largo viaje desde la fibra primigenia hasta el libro que tengo en mis manos: “Misión circular” de la impresionante poeta viva que hoy tengo el honor de presentar, por primera vez en la Aula Magna principal de la UACh, Sede Puerto Montt: la poeta de Chiloé y ya del mundo: Rosabetty Muñoz.
Volviendo a la historia del libro, que comenzó con el descubrimiento de la fibra elemental, y pensando muy abiertamente en la historia de todos los libros -desde el tratado de ciencia, la crónica histórica o el maravilloso y estremecedor libro de poemas que tengo en mis manos, de la encantadora Rosabetty Muñoz, en el sentido más ritual de la misma palabra “encanto” o “encantamiento”, es decir, en un sentido mágico, quizás por la agudeza y lucidez de sus miradas -porque escribir es literalmente tener visiones como dijo Gilles Deleuze-; y de ello sabe y da cuenta la escritura de Rosabetty, poeta invocadora, convocadora y cuyo poder -el poder de la palabra de Rosabetty Muñoz-, te impacta, te estremece, te hace vibrar porque tú -desocupado e hipócrita lector, como dijo Boudelaire, eres quien termina la historia -o las múltiples historias- que este libro contiene. Porque los grandes libros contienen otros libros, como cada vida es también una sucesión de historias, momentos, fracasos, naufragios y muertes, pero también, “dichas”, aunque sean pasajeras, porque de otro modo no podría ser: pero en un sentido contrapunto, de la dicha pronto saltamos a la muerte, muerte por doquier y no porque yo sepa verla incluso cuando no se nombra.
Sucede que precisamente un libro -y de suyo un poema- es una forma de resistir la muerte, el olvido y el dolor. Pero en ello también hay una ciencia: la “ciencia nesciente” que tiene la poesía –la gran poesía- de forcejear con el misterio, esa palabra. Y resulta que Rosabetty Muñoz sabe que su palabra, que ella misma (se) invoca con la fuerza de un dios iracundo arrojado a su isla en constante amenaza o desintegración –“la tragedia de los lares” otra vez, nos diría Niall Binns a propósito de Jorge Teillier-, como se lee en su poemario del 2019, “Técnicas para cegar a los peces” -nótese aquí el nivel de sugerencias que ya se verbaliza desde el título- tiene, en efecto, una misión, una exigencia circular -acaso en ello resuena la voz nostálgica del poeta lárico, que poetizó el fin del pueblo junto a esos trenes que ya no parten bajo la lluvia-, pero también y, en consecuencia, la referencia al “eterno retorno” de Nietzsche, lo cual implica un retorno al territorio, un deslizarse poéticamente por el archipiélago que la poeta nombra isla a isla, cabo a cabo, mediante la mirada que, desde lo simple y cotidiano, se abre con la lucidez enérgica de quien demanda -la demanda de luz es una demanda desde la palabra y por la palabra, diríamos por ahí con Lacan-, entonces este larismo, esta nostalgia, deviene aquí demanda, en el más profundo de los sentidos y sin restarle su trasfondo ético, legal, ecológico, social, feminista; pero todo ello, primeramente instalado aquí, debo precisarlo, por la fuerza de la poesía -porque al igual que en Gabriela Mistral, aquí fue primero el verbo poético, la palabra o fuego que enciende la mirada y de ahí el mundo-. Que primero fue la palabra y luego el mundo constituye una referencia bíblica que, en este caso, mediante la palabra fuerte y humana -porque aquí no hay figura o retórica para hermosear la imagen- demanda con voz fuerte, pero también en clave de susurro -porque los muertos susurran en esta poesía, al igual que en esa otra poética que me hizo recordar, la de Juan Rulfo y su “Pedro Páramo”, si nos percatamos bien, Comala y Chiloé, bien ya como tierras baldías o lugares de sacrificio, donde el calentamiento global ya no es asunto tan sólo de la tierra, sino también del cuerpo social que hierbe azotado por las furias del “progreso” que irreparablemente nos lleva a la ruina, porque los puentes -nos parece decir la hablante- no son tan ingenuos -y el único puente posible es la verdadera poesía-, no el que están levantando para secar las islas y talar los bosques y rajar, rajar la tierra.
Tala y luego Desolación escribió la poeta (antes que maestra), Gabriela Mistral. Y antes que esta mañana Rosabetty lo declarara, yo ya estaba viendo que hay un fuerte lazo entre ellas, es más, como dijo Rosabbetty, ella de niña y joven quería ser como Gabriela. Y quien no quisiera alcanzar esas alturas y caer como esos rodados por las profundas quebradas del Elqui. Pero después vino Lagar y de esta serie sabe muy bien Rosabetty, porque aún cuando los espacios poéticos de ambas poetas -ya inmortales ambas- son totalmente diferentes: el Valle de Elqui y el archipiélago de Chiloé, ambos son espacios amenazados, natural y culturalmente hablando. Chile es un territorio amenazado y no sólo por las temibles placas tectónicas. Y por extensión lo mismo podemos decir del planeta Tierra que no es sino una isla en medio del vasto océano del universo. Pero la vida continúa y, como sea, hay que enseñar el mundo a través de las palabras. Porque, ¿de qué otro modo se podría conocer el mundo? Porque las palabras son el mundo y sólo gracias a ellas podemos habitar: habitar poéticamente el mundo. Lo supo Gabriela desde un principio y por ello destinó su herencia a las niñas y niños de Montegrande.
Por su parte, sé muy bien que Rosabetty quería y aún quiere otro país, otro pueblo, otra isla y por eso, su escritura -geográfica, cartográfica, espacial, tectónica como he dicho-, tiene este poder de reescribir la historia e, incluso, su propio espacio. Porque su isla -el archipiélago de Chiloé- es el claro ejemplo de la desmembración territorial y la amenaza de la desaparición, no sólo de las islas, sino de sus historias, mitos, leyendas, tradiciones, pero también la historia de sus naufragios, de sus tragedias, de las más inmundas y desgraciadas, del olvido, del abandono, de la muerte que cotidianamente hace pedazos fetos y vientres, mujeres y sueños, miradas que esperan sin esperanza el retorno de los hijos arreciados al eterno naufragio que vuelve a entristecer al mar y a esas madres que lloran mirando, para siempre, por una ventana empañada, mirando el infinito ponto, por donde ya no volverá a su Ítaca Ulises, Telémaco y más tarde Rimbaud, el que abandonó la poesía, porque como dice la hablante, en clave de arte poética: “Porque, vamos , Rimbaud, el hombre no puede ser tan poca cosa”. Y le pongo el “vamos” por algo; porque ciertamente, con la poesía o mediante la poesía de Rosabetty Muñoz -aún cuando su yo potente, que me recordó también la voz potente de otra poeta que supo muy bien dar sus golpes, me refiero a Stella Díaz Varín, sea tan firme en su forma de situarse como tal, más allá del agónico yo romántico- el “yo” -el yo de ella que ya es otro, siguiendo al mismo Rimbaud- es, o mejor dicho, deviene, voz de una multiplicidad, voz de un pueblo, voz incluso “molecular” donde habla la más secreta fibra del bosque, hasta ígneo fuego interior de su alma y su hogar. Ese fuego hoy está presente.
Lo anterior, que una voz sea al mismo tiempo la expresión de un pueblo menor, y que parece natural en su poesía, no es una tarea fácil, por eso el texto de Rosabetty Muñoz se llama “Misión Circular”, porque, en efecto, su voz deviene la voz de una misionera, exploradora, buscadora de secretos y tesoros, pero también de cronista; pero la crónica, aunque por furia devenga en demanda casi épica, es, otra vez, como en la mismísima Araucana de Alonso de Ercilla y Zúñiga, constatación de un tragedia que no cesa, que no para y de ahí la seriedad demandante de la poeta -porque el drama de la violencia no se presta para chistes y en este caso la risa no conjura a la muerte-, porque la voz de Rosabetty es dura y seria -como duro y serio es el dolor del mundo-, pero no por ello hay, en el fondo y en la superficie, la ternura también del agua y su transparencia, porque de aquel lenguaje también está compuesta su poesía; porque en Chiloé los ríos, cada vez más secos, todavía serpentean hacia los mares interiores; todavía anda el Pudú con miedo y los veteranos, detrás de sus estufas, todavía miran por sus ventanas empañadas, todavía esperan el retorno del hijo que se fue de la isla a buscar la supermodernidad. Búsqueda vacía y fatal, pues el verdadero norte es el sur, decimos por acá. Lo sabía muy bien Borges, cuando dejó el final abierto -así son los libros de Rosabetty también- de su implacable western gaucho que es ese cuento llamado precisamente “El sur”. Pues en el sur está la esperanza, queremos creer y por eso no nos fuimos del sur; de hecho, por eso volvimos al sur. Porque el sur, para nosotros, es el lugar del eterno retorno. ¿A dónde más podríamos volver? ¿a Santiago de la Nueva Extremadura? ¿A la península ibérica de donde, dizque, mis antepasados vinieron? ¿Volver al centro? ¿A Valdivia y su río, a la UACh o a Puerto Montt, donde unos trémulos enamorados se preguntan qué pasó con el sol y qué pasó con el mar? Pues el mar -no hay nada romántico en ello- está lleno de plástico y metales pesados.
Limpiemos el mar, a fuerza de poesía. Pues el llamado de Hölderin: “habitar poéticamente el mundo” tercamente nos invoca y ello mismo hace la poeta Rosabetty, quien nos dice: despierta, que este mundo se está acabando. Ya lo sabía yo y lo vengo diciendo desde que tuve el primer cuaderno en blanco ante mis ojos. Pues cada uno tiene una historia con un libro, con el primer libro; como con el primer amor, aunque ya no parezca amor y sea sólo recuerdo. Pero el primer libro, ese momento, esa epifanía que marca para siempre tu corazón, porque un libro le habla al corazón, un libro es la memoria del corazón, nos dice otro naufrago poeta de Chile, Thomas Harris.
Vuelvo al libro, a “Misión Circular” de Rosabetty Muñoz, sólo para mostrar dos lugares al parecer antagónicos de su poética: la tragedia y la dicha.