Empecemos por los bonos. Son básicamente un convenio en el que los emisores reciben en préstamo fondos de inversionistas y convienen restituir estos fondos a una tasa acordada al finalizar un plazo explícito. Gobiernos, empresas y otras organizaciones emiten bonos para conseguir financiamiento para sus proyectos. El Banco Mundial lo hace desde 1947.
Historia de los Verdes.
Corría el 2007 y un grupo de fondos de pensiones de Suecia preocupados por el cambio climático querían ayudar al planeta con el cambio climático. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que fue creado en 1988 (por algo sería) advertía en sus escritos lo preocupante del tema. Así fue como el banco Sandinaviska Enskilda Banken AB (SEB), el Banco Mundial y el Centro de Investigación Internacional sobre el Clima y el Medio Ambiente (CICERO), un centro interdisciplinario de investigaciones climáticas con sede en Oslo, trabajaron durante casi un año y a fines del 2008 ocurrió la emisión de los primeros bonos verdes del planeta. De esta manera se validaba un desconocido modelo de asistencia entre inversionistas, bancos, colectividades de desarrollo y científicos.
Este proceso expuso alternativas que tienen los inversionistas de apuntalar procedimientos para mejorar el cambio climático por medio de inversiones seguras sin la pérdida de la bendita rentabilidad financiera esperada en cualquier proyecto de inversión. Así se diseñaron los cimientos de los “Principios de los bonos verdes”, coordinados por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA). De igual forma, se visibilizó el aporte social que podían crear estos bonos.
Así y todo, las cosas tienen sus lados positivos y negativos, y en estas lides financieras, exagerar los esfuerzos para batallar por el cambio climático es un delito de acuerdo con la Fiscalía Alemana; por lo que igual en estos días se investiga al Deutsche Bank y DWS (Fráncfort), en relación con un sospechoso caso de ‘ecoblanqueo’ (‘greenwashing’) que afectaría a la filial del mayor banco alemán. Esto significa que alteró datos ESG (credenciales medioambientales, sociales y de buena gobernanza, por sus siglas en inglés); por supuesto, la organización lo niega. En todo caso es un tema en desarrollo y no debemos juzgar a priori.
Como ejemplo del buen uso de estos recursos podemos destacar al conglomerado forestal y papelero chileno CMPC que accedió a un préstamo verde a cinco años, por 100 millones de dólares con bancos japoneses. La operación denominada “Samurái” incorporó el cuarto financiamiento verde de la organización. ¿Esto es nuevo? No, ya que fue durante el 2019. Igualmente, el Banco Santander declara en su sitio WEB el Primer Bono Verde emitido para un Corporate chileno (CMPC, en 2017). En una línea parecida, en el ámbito de los Préstamos verdes y sostenibles (ESG) declara el primer crédito formalizado en Chile vinculado a criterios de sostenibilidad (ESG Linked Loan) a favor de la filial local de Acciona (Acciona Financiación Filiales Chile SpA; AFiFi). CORFO ya por el 2018 aprobó la creación del programa “Crédito verde” y a fines del 2020 inició sus operaciones formales, apoyando a las Mipymes con financiamiento a través de los Banco BICE y Security. Este programa apoya proyectos de inversión en Energía Renovable, Eficiencia Energética y/o Economía Circular.
Lo que está claro es que la contaminación y sus consecuencias en el cambio climático nos compete a todos; no vaya a ser cosa que usted crea que eso no le toca. Sino, otórguese un tiempo y lea los estudios de científicos italianos, por una parte, y de los países bajos por otro lado, que demostraron que ya tenemos microplástico en nuestro cuerpo y que corre por nuestra sangre; y aquí sí que no sabemos cómo reaccionará nuestro organismo. En resumen, mejor nos preocupamos y ocupamos ahora mismo de cuidar nuestro entorno; sino, a juntar dinero para que nos lleven a vivir a la luna, o marte, o dónde sea…