Los avances o retrocesos del bienestar de la población se pueden medir de modos muy diversos. Para los decidores de políticas públicas es altamente significativo tener a la vista – entre otros aspectos- el comportamiento de tres variables sustantivas: la evolución de la pobreza, la desigualdad y el crecimiento económico. Por ello, la información que nos ha provisto con regularidad la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) desde hace ya unas décadas es esencialmente relevante para dar cuenta del dinamismo del bienestar social en el país.
Los resultados desalentadores que estamos conociendo esta semana de la a CASEN 2020 –aplicado en pandemia– eran esperables dado los impactos brutales que ha ocasionado el Covid – 19 en la calidad de vida de la población y, por cierto, en la economía del país.
La pobreza y la pobreza extrema se incrementaron y nuestra región no ha sido la excepción en torno al incremento de la vulnerabilidad social. En términos simples, la población que vive bajo la línea de pobreza en el país según esta medición alcanza a 3 millones de personas, dado que la pobreza alcanzo el 10,8 % y la extrema pobreza a un 4,3 % del total de la población.
Nuestro país venía experimentado bajas sustantivas de los niveles de pobreza en los últimos años, tendencia que se quebró en el marco de la pandemia la que ha provocado fuertes impactos en el empleo, no tan solo en Chile, sino también en América Latina. De hecho, la CEPAL (2021) ha manifestado que la pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región y en las tasas de ocupación y participación laboral, sobre todo en las mujeres.
En este contexto, los sectores históricamente vulnerables han sido fuertemente golpeados en el país, lo cual se ha expresado en la caída del salario y en la pérdida masiva de los empleos. La precarización de la vida de millones de chilenos está mostrando su peor cara en años y, por cierto, tales condiciones se han agravado en lo que va en el transcurso de este año. Las ayudas estatales –transferencias directas– y el recurrir a los fondos previsionales por parte de millones de trabajadores han permitido mitigar parcialmente tan complejos escenarios.
En particular, la Región de Los Lagos muestra un comportamiento respecto de la evolución de la pobreza muy similar a la medición del año 2017. Se aprecia una baja de un 0,3 % respecto al período anterior. No obstante, la extrema pobreza tiene un aumento de 3,4 % a 3,7 %. Hay que señalar, sin embargo, que nuestra región sigue presentando tasas de pobreza sobre la media nacional. Y si a ello le adicionamos, los resultados que se han observado respecto a la pobreza multidimensional que es de un 25, %, ocupa el segundo lugar a nivel nacional según la última estimación.
Estamos frente a muy malas noticias que deberían incidir fuertemente en las prioridades de inversión social del próximo gobierno. Todo nos permite señalar un incremento del gasto público social dada las demandas sociales en ebullición, pero no debemos olvidar algo sustantivo; si el país no crece y no se genera riqueza se hace insostenible cubrir carencias sociales y económicas en forma sostenida en el tiempo en base al endeudamiento fiscal.