Comienza un nuevo semestre académico, se adhieren nuevos desafíos para docentes, estudiantes, niños y niñas, nuevas expectativas y entusiasmo, docentes alertas para impartir de la mejor manera posible las clases, procurando alcanzar objetivos curriculares que se demandan, abordándolos desde una mirada de ajustes, una mirada de compenetración tecnológica.
Hoy, en un contexto de emergencia sanitaria, las anheladas clases para estudiantes en formación de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia, configuran un polinomio que debe integrar las expectativas de nuevas estrategias, conocimientos nuevos, sumado a metodologías de virtualidad, de modo tal de cumplir con las confianzas de ser jóvenes empoderados al otro lado de la pantalla.
Al hacer doble click en este contexto, nos encontramos con un desafío aún mayor, materializado en las prácticas pedagógicas. Actividades que, en este nuevo escenario, implican traspasar a jóvenes, un cúmulo de observaciones y experiencias que debieran, necesariamente, concluir en un proceso reflexivo y crítico de sus prácticas pedagógicas, que se transforman en instrumentos de formación. A renglón seguido, no obstante, es menester detenerse a meditar respecto del cómo se puede desarrollar ese proceso de observación, como elemento fundamental para el trabajo investigativo, con niños y niñas, para realizar mejoras en todos los contextos y ámbitos educativos que debieran desencadenar avances en lo pedagógico, en el desarrollo integral y las gestiones curriculares de cada centro educativo.
Sin lugar a dudas, este escenario se constituye como una demanda compleja, para la realización de prácticas, tanto para los estudiantes de P. en Educación Parvularia, como para el establecimiento (con su equipo directivo y cuerpo de docentes), y los niños y niñas que se encuentran recibiendo la formación de la primera infancia.
Es por esto, que resulta imperativo rediseñar las prácticas, en tanto instrumentos de enseñanzas constructivas, didácticas, de transformación digital, memorables, en las que se obtenga como principal resultado una experiencia motivadora y formativa plena, tanto para los estudiantes en formación profesional de la carrera, como para los docentes, de manera tal de culminar este proceso más fortalecidos y con un acervo aún más amplio.
El desafío que nos une, entonces, es desarrollar habilidades más complejas como profesores y académicos de la universidad, para una preparación que circunda más allá de lo aprendido, forzándonos a repensar las metodologías y técnicas “clásicas” del aprendizaje, de modo tal de proporcionar las herramientas que posibiliten una autonomía en el descubrir por sí mismos.
Francesco Tonucci nos decía: “El gran desafío de educar, es abrir la mente. Es abrirse a una mirada diferente, a esa mirada del mundo distinta a la nuestra y ponerla al servicio de la sociedad”.