Cuando se habla de la necesidad de descentralizar se suele pensar en una forma de desmarque regional que permita un estadio de autonomía política respecto al poder limitante que ejerce el centralismo. Esto se suele ejemplificar en el reclamo de las regiones cuando se nombran a representantes de gobiernos para que ejerzan cargos sin que estos conozcan la zona o sin conocer la realidad sociológica propia de quienes habitan el territorio.
Si bien, estos son vicios del modelo centralizado –lo que ha motivado a que la sociedad civil se organice para poder erradicarlos– hay otros vicios del modelo que quedan postergados en la conciencia ciudadana ante la visibilización en extremo que tiene el centralismo político. Uno de estos vicios es el que está asociado a la fuga de capital humano desde las regiones.
Nuestra Constitución establece en el artículo 3 que “La administración del Estado será funcional y territorialmente descentralizada o desconcentrada en su caso, de conformidad con la ley”. Pues bien, la forma en la que se ha materializado esta administración funcional y territorial no sólo ha postergado el desarrollo político de las regiones sino también su desarrollo económico, lo que ha ayudado para crear una percepción en la ciudadanía asociada a entender que las oportunidades económicas no se encuentran prioritariamente en las regiones sino que están en Santiago. Esto ha generado una importante fuga del capital humano formado en regiones, lo que implica en esencia una pérdida de oportunidades a la hora de potenciar el desarrollo de los territorios.
Así entonces, y en aras de corregir este vicio del centralismo, las Casas de Estudios de Educación Superior deben no sólo preocuparse de ofrecer una formación de calidad a sus estudiantes sino también de potenciar una identidad local y regional que permita que la formación que ofrecen tribute en forma directa al desarrollo de las regiones.
En ese sentido, las Casas de Estudios de Educación Superior deben ayudar a materializar una conciencia colectiva asociada a que el estudiante y futuro titulado sea un actor participe del desarrollo regional, lo que se puede realizar, entre otras acciones, a través de levantar programas de pregrados y postgrados que tengan un impacto en la realidad local y así permitan que el profesional egresado de esas Casas de Estudios sean agentes que modernizan y desarrollan su propia comunidad. Esta es una de las tareas que deben tener todas las Casas de Estudios de Educación Superior que tienen una vocación regional, ya que así se contribuye en forma directa a la política de descentralización. Si no se concibe este objetivo como algo esencial el mensaje y acciones destinadas a alcanzar una descentralización efectiva sólo contribuirá a crear un espejismo funcional que ayudará a perpetuar los nocivos efectos que provoca el centralismo.