Ciertamente estamos viviendo una crisis sanitaria a nivel mundial, ante la cual emergen situaciones de alta complejidad, donde todos y todas debemos entregar lo mejor de nosotros, actuando con la seriedad y compromiso que la vida humana demanda. En este escenario de tal incertidumbre, se tensionan las políticas de salud, las políticas de desarrollo social, y también las políticas del sector educación, las que, sin duda, deben actuar bajo la lógica de consensos para el bien común y no desde la improvisación y de conservación de intereses personales.
Ya hemos visto en los distintos medios de comunicación como padres, madres y familias cuestionan el sistema, hoy presente, de educación a distancia, cuestión que deberá ser analizada críticamente en su momento para evaluar cuan efectiva ha sido su implementación.
Pero desde el otro lado del telón, ¿qué pensamos y sentimos los y las docentes en términos de la implementación curricular?, teniendo presente que nuestro principal objetivo es el de asegurar la calidad del aprendizaje de todos y todas los niños, niñas y jóvenes.
Esta crisis y los efectos que tiene en el campo educativo, nos invita a repensar la importancia del currículo escolar. Así, es interesante cuestionarnos, por ejemplo, si este referente nacional ¿es realmente flexible?, entendiendo por flexibilidad curricular su capacidad de adaptación al contexto y a las demandas e intereses de los y las estudiantes para un auténtico aprendizaje.
En otras palabras, ¿es el currículo escolar el que debe adaptarse a la realidad y no al revés? ¿Será que está quedando en evidencia que, en la práctica, nuestro sistema educativo mantiene oculto su paradigma más tradicional, en donde importa más “pasar” los contenidos, en desmedro a ese carácter humanizante e integrador que debe contribuir y permear en los educandos?
Tal vez, un enunciado para iniciar el debate que hoy nos exige la contingencia, lo podemos encontrar en lo que de manera tan excepcional manifestara la maestra chilena Viola Soto, al sostener que el curriculum es una construcción sociocultural que no tiene existencia fuera de la experiencia humana y que se expresa en determinadas circunstancias espacio temporales de modo contextualizado. Considerado así, es que vale la pena repensar el currículo nacional, y quizás este contexto de crisis represente una verdadera oportunidad para su trasformación.