“Sin fe, sin ley, sin rey”, era una alusión común hacia grupos indígenas durante la conquista de América. La empleaban cronistas europeos que pretendían descifrarlos. Sin embargo, revelaba más de su propio mundo y de su dificultad para construir nociones comprensivas adecuadas. Semejante es la situación actual; se caracteriza la originalidad política de las históricas manifestaciones a partir de la carencia: “sin partidos políticos, sin petitorio, sin líderes”.
La etnografía puede ser una buena aliada. Es una metodología que deja en suspenso teorías y certezas establecidas: consiste en el conocimiento de la vida social a partir del involucramiento en ésta. Se nutre de la sabiduría y creatividad de las personas en sus contextos cotidianos. Implica elaborar narrativas y conceptos que permitan su difusión a personas de otros contextos. Concebir un ‘nuevo’ Chile supone cultivar otra relación con el saber. Una donde la evidencia numérica afín a la economía neoclásica sea resituada frente a otros tipos de evidencias. Un buen apronte puede ser explorar las manifestaciones actuales desde la etnografía: al igual que respecto a pueblos como el mapuche, es posible que los hallazgos complejicen y amplíen las formas convencionales de entender la organización de la vida en común.