Hace unas semanas nos maravillamos con el anuncio de la primera imagen de un agujero negro en el centro de la galaxia M87. Esto fue el resultado de años de investigación y de los esfuerzos combinados de muchas personas y de ocho telescopios alrededor del mundo. La cantidad de datos analizados para construir dicha imagen se almacenó en media tonelada de discos duros, y equivale a escuchar música en formato MP3 ¡durante 5000 años!
Sin embargo, en estos días he leído muchas críticas a las millonarias inversiones que se hacen en Astronomía. Dinero que para algunos puede considerarse un despilfarro, tomando en cuenta las carencias que sufre un porcentaje importante de la población mundial. Por ejemplo, el observatorio ALMA está avaluado en unos USD 1300 millones.
Si bien esta cantidad puede parecer excesiva, no lo es tanto si la ponemos en contexto. Según datos del Banco Mundial, el presupuesto en Investigación y Desarrollo en Alemania corresponde al 2,95% del PIB. Este porcentaje es similar en los demás países desarrollados europeos. En Chile, llegamos apenas al 0,35%. Y con este presupuesto se financia investigación en todas las áreas del conocimiento, incluyendo disciplinas que tienen un impacto directo en la calidad de vida de las personas, como la medicina.
Si hacemos la analogía con el presupuesto familiar, la prioridad siempre es cubrir las necesidades básicas como vivienda, alimentación y salud. Una vez que esos gastos están cubiertos, podemos destinar dinero a otros ítems. Con el presupuesto de un país pasa lo mismo: la investigación en Ciencias no le está quitando fondos a los ministerios de salud o vivienda. Por ejemplo, el 2017 el gasto en salud en Chile -según la OCDE- fue de un 8,1% del PIB, más de 20 veces el presupuesto para Ciencias.
¿Y de qué sirve gastar dinero en Astronomía? Existen avances tecnológicos en la vida cotidiana que los debemos a esta ciencia, como los sistemas GPS, imágenes de resonancia magnética, o los sensores de algunas cámaras digitales. Pero, además, hay un factor que no se puede cuantificar, que es la necesidad de responder aquellas preguntas que nos han intrigado desde siempre: ¿de dónde venimos?, y ¿hacia dónde vamos? Efectivamente, la imagen del agujero negro no va a terminar con los problemas del mundo, pero nos ayudará a comprender mejor cómo nos relacionamos con nuestro hogar, el Universo.