Hoy la recomendación más importante es “Quédate en casa”. Una recomendación que muchas mujeres “cuidadoras informales” de personas mayores en situación de dependencia, siguen al pie de la letra, desde mucho antes de la pandemia.
En la actualidad, no existe una caracterización nacional sociocultural de las y los cuidadores informales en nuestro país, aunque tenemos la certeza de que la mayoría de las personas que asumen el rol de cuidador, son mujeres; hijas, esposas o nueras; debido a que en los países occidentales ella cumple un papel fundamental en la provisión de cuidados a los miembros de la familia y en las labores del hogar (Robles Silva, 2006).
La mayoría de los estudios realizados en Chile, se han enfocado en conocer a la persona en situación de discapacidad y si ésta se asocia o no a algún grado de dependencia. Bajo esa perspectiva, el porcentaje de mujeres cuidadoras de personas adultas en situación de dependencia es del 80,7%, observando que en dependencias severas existen mayores porcentajes de cuidadoras mujeres (II ENDIS, 2015). Por otro lado, la Encuesta Nacional de dependencia (SENAMA, 2009), indicó que el 44% de los cuidadores y cuidadoras encuestadas presenta algún síntoma depresivo, mientras que el mismo porcentaje tiene una sobrecarga ligera (19%) o intensa (25%). Sin embargo, el rápido envejecimiento poblacional, trae consigo, un aumento considerable en la cantidad de cuidadoras y, por consiguiente, de los efectos físicos, mentales y sociales asociados al cuidado; por lo que estas cifras ya no representan la realidad del 2020.
Hoy, con el COVID-19 en nuestra puerta, no nos debería extrañar que las exigencias propias del cuidado, sumadas a la incertidumbre generada por la pandemia y la responsabilidad de cuidar a una persona mayor con un alto riesgo de enfermar, generen mayores índices de alteraciones mentales. Nuestra precaria ley de protección laboral no representa un mejor escenario; el desempleo contribuirá a que “los menos favorecidos en la sociedad actual cuenten con menos recursos para satisfacer las necesidades de cuidado” (Haymann, 2002).
En definitiva, una vez finalizada esta emergencia sanitaria, se deberán retomar las atenciones de rehabilitación, las que representarán un desafío aun mayor para quienes trabajamos con personas en situación de dependencia y sus cuidadoras.