La crisis política y social que se vive en nuestro país ha dado lugar para que distintas figuras políticas y económicas renieguen del papel que históricamente tuvieron y tienen en el modelo social que hoy está siendo cuestionado.
Por un lado, y de forma instrumental e interesada, algunos parlamentarios se han sumado al reclamo social y se han mostrado dispuestos a modificar -con prontitud- algunos de los factores que ellos mismos han perpetuado respecto a la desigualdad que hoy existe en nuestra sociedad, tal como lo son el tema de los bajos montos de las pensiones y un sueldo mínimo que nunca ha garantizado la dignidad. Al respecto, algunos de nuestros parlamentarios han comenzado a plantear algunas posiciones que parecieran evidenciar una nueva actitud legislativa y un avance respecto al estadio actual. No obstante, el modo general en el que ellos las presentan y la nula capacidad de ofrecer una propuesta concreta, obliga a considerarlas como un mero disfraz de solución que no resuelven en nada los problemas en cuestión, configurando a sus respectivas palabras como discursos que sólo tienen por objeto buscar diferenciarse del resto de los representantes cuestionados por la masa social.
Otro ejemplo del populismo instrumental es el que se evidenció en el Twitt enviado por Andrónico Luksic. En el mensaje, el empresario quiso mostrarse como un ejemplo en lo que respecta a la mejora salarial de sus trabajadores «directos». El empresario anunció que ninguno de sus trabajadores «directos» ganará menos de 500 mil pesos, decisión que es una mejora evidente si se considera que el sueldo promedio en Chile es de 400 mil pesos mensuales, según lo estableció el INE en su última medición.
Sin embargo, el aporte real del empresario -desde la lógica cualitativa y cuantitativa- no se visualiza en la decisión de subir el sueldo a sus trabajadores «directos». Esto es así, en virtud que una verdadera decisión – capaz de ser un ejemplo para los demás empresarios y también para el mismo Estado- sería exigir a todas las empresas con las que Luksic terceriza sus intereses -y que en esencia son las que le han convertido en uno de los empresarios más rico del país- que también paguen un sueldo mínimo de 500 mil pesos a todos sus trabajadores, decisión que podría plasmarse en los respectivos contratos entre las Partes.
No hacer extensivo a esas empresas esta «generosa y limitada decisión» sólo legitima la existencia de trabajadores de distintas categorías, configurando a la decisión de Luksic como una medida instrumental que en nada ejemplifica el camino que se debe seguir y que sólo busca limpiar en forma extemporánea una imagen que socialmente está diezmada a partir de lo que él representa para el modelo que ha imperado en Chile y que hoy se ve amenazado por el levantamiento social.