Recientemente hemos escuchado noticias sobre jabalíes paseando por Barcelona, delfines en Italia, peces en Venecia, ciervos en Japón, caballos salvajes en Chernobyl y hace pocos días atrás nos sorprendimos con la visita de pumas en Santiago de Chile. En nuestro país desde que comenzó la crisis sanitaria ha habido evidencias de nuevos avistamientos de fauna nativa en los Parque Nacionales, por ejemplo, animales silvestres acercándose a las casas de los guardaparques en Torres del Paine y Fray Jorge, entre otros.
A muchos estas noticas nos traen a la memoria imágenes premonitorias sacadas de la película Doce Monos (Twelve Monkeys, 1995) o nos recuerdan como se ve la naturaleza salvaje abriéndose paso en el jardín de una casa abandonada.
La capacidad de resiliencia de la naturaleza, término entendido en ecología como la capacidad de absorber perturbaciones, sin alterar las características básicas de los ecosistemas, pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación ha terminado, es un concepto que parce tomar más sentido en medio de la contingencia sanitaria.
Un ejemplo, es la resiliencia de los ecosistemas de humedales frente a los riesgos de desastres naturales relacionados con el agua como inundaciones, sequías y marejadas. Por eso la integración de los humedales como infraestructuras verdes en las ciudades puede mitigar los peligros y aumentar la seguridad de las comunidades locales en una cuenca hidrográfica o el litoral.
Es impresionante la maravillosa sabiduría que tiene la naturaleza para recuperarse a una velocidad impensable, incluso de la principal invasión del planeta, nosotros mismos los seres humanos. Esto se evidencia, con solo algunos días de retroceso, los animales del mundo regresan del aislamiento en el que han estado por siglos y ocupan los espacios vacíos que siempre le pertenecieron, como parte de su hábitat abandonado.
Las medidas de distanciamiento social para disminuir la propagación del coronavirus, ha traído consigo ciudades silenciosas, aguas cristalinas, cielos despejados, calles tranquilas y playas solitarias, en todo el planeta. Es posible que esta tremenda crisis humanitaria tenga un lado positivo para los otros habitantes de la tierra.
Cuesta pensar que podamos sacar algún tipo de beneficio de esta terrible epidemia mundial. Ojalá al menos, los humanos podamos salir pronto de nuestros encierros, también con una nueva visión sobre nuestra relación con la naturaleza y logremos por fin vivir en armonía con todos los otros seres que habitan este planeta.