Cada 3 años estudiantes de aproximadamente 15 años de países pertenecientes a la OCDE y de algunas economías invitadas se someten a una misma medición (por supuesto, cautelando las diferencias propias de la traducción de la medición a diferentes idiomas).
A diferencia de otras mediciones, test, pruebas y exámenes, el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (como se le conoce a la medición PISA, por sus siglas en inglés) no mide lo que las y los adolescentes han memorizado. Al contrario, por diseño, PISA tiene como objetivo medir qué tan bien las y los estudiantes pueden aplicar el conocimiento y habilidades obtenidas en problemáticas asociadas al mundo que ellas y ellos encontrarán en su vida de adultos en los dominios de Lectura, Matemática, Ciencia y Educación Financiera.
En palabras simples, PISA trata de medir la habilidad de pensar que las máquinas aún no han dominado. En esta breve columna, no me detendré a analizar los aspectos metodológicos de la medición PISA (aspectos bastantes robustos), sino que en resultados globales y nacionales en la medición 2018 (cuyos últimos resultados fueron publicados por la OCDE en mayo de este año).
De forma muy general, destaco algunos resultados de PISA en su ciclo 2018: alrededor de 10 millones de estudiantes representados por PISA no pudieron completar satisfactoriamente las preguntas de lectura más básicas; además, menos del 10% de estudiantes en los países de la OCDE pudo distinguir entre hechos y opiniones, basándose en señales implícitas relacionadas con el contenido o la fuente de la información; y en un número no menor de países—entre ellos el nuestro—la calidad de la educación que adquiere un estudiante aún puede predecirse mejor por los antecedentes socioeconómicos del estudiante o de su establecimiento.
En Chile, el nivel socioeconómico explicó el 16% de la variación en el rendimiento matemático en PISA 2018 (en comparación con el 14% en promedio en los países de la OCDE) y el 14% de la variación en el rendimiento en Ciencias (en comparación con el promedio de la OCDE del 13% de la variación). En Lectura, los estudiantes con ventajas socioeconómicas superaron a los estudiantes en desventaja en 87 puntos (en países de la OCDE, la diferencia promedio entre los dos grupos fue de 89 puntos). El puntaje promedio en Educación Financiera obtenido por las y los estudiantes chilenos fue uno de los más bajos entre los países y economías que participaron en este ciclo de PISA (con 451 de Puntaje promedio PISA). PISA no proporciona causas de estos desalentadores resultados, solo da cuenta de síntomas.
Por último, PISA también muestra que países con la determinación de construir un sistema educativo atingente al siglo XXI pueden lograrlo. El gran ejemplo de esto es Estonia—la nueva Finlandia en Educación. Este país ha avanzado constante y sigilosamente hacia la cima en materia educacional, a pesar de que su gasto por estudiante sigue siendo aproximadamente un 30% más bajo que el promedio de la OCDE.
El Heraldo Austral Impresa 20/06/2020