Vivimos en una sociedad digitalizada que exhibe como uno de sus logros fundamentales la hiperconexión, la cual nos ha permitido cambiar las nociones de tiempo y espacio. La avasalladora penetración de las redes sociales en nuestras vidas nos genera la ilusión de contar con verdaderos entramados de amistad y afectos que se expresan en la generación de miles caracteres que ininterrumpidamente – día y noche – nos sitúa en una nueva manera de entender los vínculos sociales, los cuales se definen desde dichas redes virtuales y cada vez menos desde la presencia de los actores sociales. Pareciera ser que nunca estamos solos.
Sin embargo, la tendencia que se observa en los países de avanzada complejidad y de diferenciación funcional es que, paradojalmente tal conectividad en evolución acelerada va acompañada de la configuración de una soledad masificada, como lo denomino el sociólogo Z. Baumann. No es sorprendente, por tanto, que el tema de la soledad se haya convertido en algunos países – como Inglaterra – en un asunto estratégico de estado que derivó el año recién pasado en la creación del Ministerio de la Soledad.
La soledad afecta a millones de personas en todos los países del mundo. Pero en muy pocas sociedades la preocupación por la soledad y sus consecuencias en la vida de las personas resultan en políticas públicas. Los estudios relevantes sobre este tema nos señalan que el grupo etario más afectado por la soledad lo constituye el de los adultos mayores.
El mundo avanza en un proceso importante de aumento de su envejeciendo, tanto en número como en su proporción. Se espera que para el año 2050 la población mayor de 60 años alcance los 2100 millones de personas. Como afirma el informe “Perspectiva de la población mundial “(2017) este grupo de población crece más rápido que el de los jóvenes.
Chile es parte de esta tendencia mundial, su pirámide población ya cambió, hoy tenemos un crecimiento significativo de la población adulta mayor, la cual muestra condiciones de vida altamente vulnerables debido a sus precarias pensiones, enfermedades crónicas y, ciertamente, por el aislamiento y soledad que un porcentaje importante de ellos deben sobrellevar cada día.
El envejecimiento de nuestra población debe ser un tema país, que se vea reflejada en políticas públicas sistémicas e innovadoras que, acompañadas de arreglos y desempeños institucionales con una fuerte dosis de enfoque territorial descentralizado pueda abordar con efectividad tal urgente problemática.
Por su parte, la academia debe hacer aportes de investigación que ponga en perspectiva y logre dar visibilidad en la agenda pública, por ejemplo, la soledad en el envejecimiento y sus dramáticas consecuencias que ello ocasiona en la vida de miles de adultos mayores en Chile. En tal sentido, la Escuela de Administración Pública y el Instituto de Salud Pública de la Universidad Austral de Chile, ha diseñado un programa de investigación en el sentido referido, con el cual queremos aportar al debate regional y, ciertamente contribuir a la conformación de una política regional sobre envejecimiento y calidad de vida.