Hace unos días se presentó la Hoja de Ruta de la Educación para el Desarrollo Sostenible hacia el año 2030 por parte de UNESCO América Latina y el Caribe, que proporciona orientación a los países para su implementación en la próxima década. Este dispositivo, que se enmarca en el Objetivo para el Desarrollo Sostenible (ODS) N° 4, busca entender la educación como un propósito que transversaliza a los otros 16 ODS, es decir, un proceso que desarrolla capacidades, actitudes y valores para que niños, niñas y jóvenes, se pronuncien activamente respecto a las problemáticas asociadas al actual modelo de desarrollo humano y su transición a la sustentabilidad.
Se trata, entonces, de atender al llamado a construir una sociedad justa, tendiente al bienestar común, la dignificación de la vida (no solo humana) y al küme mongen (buen vivir en la sabiduría mapuche) y se fomente especialmente una relación virtuosa con el medio ambiente. En este sentido, la hoja de ruta invita a los Estados Miembros a tomar decisiones serias en torno al tema, a diseñar e implementar programas integrales de EDS que transformen los sistemas educativos. Tales programas, necesariamente, deben involucrar el currículum y la formación inicial y continua docente y, con ello, repercutan en la promoción de procesos educativos que enfaticen la relevancia y pertinencia de los saberes y el empoderamiento socioambiental en los y las estudiantes.
Lograrlo es un desafío enorme. El año pasado el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) dependiente de UNESCO, analizó los currícula de 19 países de América Latina y el Caribe, de Matemáticas, Lenguaje y Ciencias Naturales. Un resultado importante es la presencia de nociones como Desarrollo Sostenible y cambio climático; sin embargo, esta es eminentemente teórica. Casi no se observa el desarrollo del saber actuar, el tratamiento de problemáticas vigentes y la regeneración ecosocial. Asimismo, en la formación inicial docente son muy escasos los espacios en sus mallas y programas de estudio, para el desarrollo de competencias que contribuyan a lograr los cambios de comportamiento esenciales para el desarrollo sostenible.
En este contexto, la hoja de ruta identifica 5 ámbitos de acción prioritarios, dentro de los cuales se encuentra la promoción del enfoque institucional integral por parte de las instituciones educativas para garantizar que aprendamos lo que vivimos y vivamos lo que aprendemos y, también, empoderar a docentes por medio del desarrollo y fortalecimiento de capacidades para “sostenibilizar” sus aulas.
De a poco, muchas escuelas, liceos y carreras de pedagogía han comenzado a institucionalizar estrategias orientadas a estos ámbitos, integrando la educación ambiental transversalmente, ambientalizando sus programas curriculares e institucionales y también implementando estrategias como el aprendizaje basado en proyectos o problemas de la vida real, el aprendizaje experiencial y la interdisciplinariedad. Se espera que esta hoja de ruta logre impulsar, validar y consolidar tales iniciativas, así como promover otras innovaciones educativas transformadoras en los distintos componentes del sistema.
Nota: En Chile, se suele utilizar el concepto de Desarrollo Sustentable, en lugar de Sostenible, considerando lo establecido en el Artículo N° 2 de la Ley de Bases del Medio Ambiente.