En estos días hemos constatado la problemática educativa que ha dejado entrever la crisis sanitaria. Se han modificado los procesos educativos en todos los niveles y también los roles de los agentes que en él participan. Docentes, estudiantes y familias han tenido que enfrentar la educación virtual “a la fuerza”, lo que supone una real transformación de la cotidianeidad.
Los docentes, insertos en un sistema de teletrabajo, se han visto obligados a autoformarse en nuevas estrategias pedagógicas y didácticas y también en el uso de plataformas virtuales, todo ello sin descuidar el currículum. Aunque exista un marco para las competencias TIC en la docencia, es preciso señalar que ello se da al interior de un paradigma presencial, distinto a lo que ocurre en un formato a distancia y alejado de un contexto de crisis sanitaria.
Más allá de las agobiantes nuevas responsabilidades, nos es imperativo mencionar la disparidad de oportunidades y acceso que esta situación ha dejado a la luz. Existen algunos privilegiados, que no han tenido grandes dificultades para afrontar esta situación, debido a que, por una parte, cuentan con los recursos tecnológicos necesarios y por otra, con las competencias necesarias para utilizar estas herramientas con expertise. Pero no son todos.
Sin ir más lejos, la OCDE propone dentro de las habilidades del ciudadano del siglo XXI el autoaprendizaje y la alfabetización en TIC. No obstante, en este tiempo se evidencian enormes debilidades en su manejo, pero también en su importancia social. Entonces, es imperioso un cambio en la enseñanza y el aprendizaje de cada asignatura, hasta ahora presentadas de manera aislada. La sociedad y sus problemáticas demandan un tránsito hacia la multidisciplinariedad.
En este sentido, consideramos necesario un cambio radical, ya que la integración de conocimientos es una necesidad. Los estudiantes pudiesen estar trabajando bajo una modalidad multidisciplinaria que aborde una problemática central desde todas las asignaturas, que bien podría ser el Covid-19 u otras de su contexto inmediato. Así, se facilitaría la colaboración y optimización del tiempo docente, desafiados a comprender una temática contingente y los estudiantes tendrían un espacio para posicionarse en torno a un fenómeno específico.
La crisis sanitaria, que evidencia la profunda crisis educativa, es un llamado de atención y también un desafío para avanzar hacia innovadoras visiones comprensivas de la labor docente y de la institución escolar en la sociedad.