Han pasado más de 30 años desde que se inició la producción de salmones en el mar. Inicialmente, las jaulas eran pequeñas y de madera, construidas por los propios operarios de los centros de cultivo, y las instalaciones se ubicaban en áreas protegidas de los vientos. En la medida que la salmonicultura fue desarrollándose, los centros fueron incorporando tecnología cada vez más sofisticada y ubicándose en zonas más expuestas. Sin embargo, las competencias de los profesionales que se desempeñan en el rubro no ha ido a la par con el desarrollo tecnológico, y esto le está pasando la cuenta a la industria, sostiene la Dra. Sandra Bravo del Instituto de Acuicultura de la Universidad Austral de Chile (UACh), quien se pregunta “dónde están los ingenieros que son capaces de certificar las estructuras que contienen a los salmones en el mar”.
Aun cuando los escapes de peces en Chile no provoca el daño ambiental que genera en los países del hemisferio norte, en el cual los salmones de cultivo pueden afectar seriamente el desempeño genético de los salmones silvestres al cruzarse con ejemplares domesticados, las pérdidas generadas por los siniestros en las jaulas pueden ser cuantiosas, dependiendo del tamaño en el que se encuentren los peces fugados.
Y como una forma de combatir los escapes de peces por problemas de diseño u obsolescencia del material y estructuras que los contienen, la experta de la UACh destaca que en otras naciones acuicultoras se han incorporado estándares técnicos con los que deben cumplir los materiales y estructuras utilizadas en las jaulas y fondeos. Es así como en Noruega, por ejemplo, en abril de 2004 fue implementada la regulación para centros de cultivo en el mar (NS 9415), la cual estableció requerimientos específicos para el diseño de las jaulas, redes, fondeos, entre otros, que sean capaces de soportar las fuerzas ambientales que afectan a los centros (vientos, olas y corrientes).
En esa línea, la Dra. Bravo, quien es PhD de la Escuela de Ciencias Veterinarias por la Universidad de Oslo (Noruega), magister en acuicultura de la Universidad de Bergen (Noruega) y también magister en acuicultura y gestión ambiental por la Universidad de Génova (Italia), sostiene que “la certificación de las estructuras y de los profesionales que participan en la construcción y fondeo de los sistemas de cultivo ayuda a minimizar los siniestros generados por las fuerzas de la naturaleza, impidiendo el escape de los peces”. Esto, además, “hace que las empresas aseguradoras cuenten con herramientas que les permitan exigir estándares mínimos para mitigar los riesgos de siniestros que generan los escapes de peces”.
Es por ello que la Dra. Bravo cierra enfatizando que “definitivamente lo expresado en el artículo 87 de la Ley General de Pesca y Acuicultura (LGPA), respecto a los escapes de peces, requiere ser revisado y actualizado”.