Existen formas de violencia fácilmente reconocibles por las huellas físicas que dejan, a diferencia de otras, generando en quien las sufre, insatisfacción, frustración y sometimiento. Constantemente, estos tipos de violencias se invisibilizan debido a las dificultades que tenemos como sociedad para identificar la ideología que la origina, lo que produce que el sufrimiento de la víctima no sea validada, ni reconocida en sus derechos humanos fundamentales. Esta dinámica, impide que las estrategias que se implementan para suprimirla funcionen, sino que muy por el contrario la acrecientan y perpetúan.
En este sentido, debemos considerar que las violencias hacia las mujeres se configuran a nivel estructural, social, político, cultural, subjetivo y se manifiesta también, en los espacios de mayor intimidad. Lo anterior, genera profundas desigualdades que relegan a las mujeres y a los grupos minoritarios a ocupar lugares de menor poder y prestigio social. Esto genera omisión e invisibilización de las mujeres, las masculinidades no hegemónicas y de grupos de las disidencias sexuales de los espacios de toma de decisiones en todo ámbito, tanto, público como privado.
Aprender a identificar todas las formas de violencia, no es fácil ya que sus raíces se encuentran en estructuras sociales profundamente arraigadas y fomentadas en el sistema patriarcal occidental que ha producido, sostenido y reproducido en sus distintos momentos históricos, a través de múltiples y variadas instituciones, (que operan como pilares estrechamente ligados entre sí) la desigualdad entre los sexos y en la convalidación de la discriminación entre las mujeres; quienes más allá de nuestras diferencias sociales y culturales; nos articulamos políticamente en un gesto afirmativo para hacernos visibles y promover un cambio estructural de las desigualdades que nos atraviesan como sociedad.
Entre estas instituciones se encuentran las Universidades, de las que en primera instancia las mujeres fueron excluidas, por el supuesto rol destinado a la familia, convirtiéndose en una de las primeras luchas para poder hoy ocupar este espacio.
Aquellas instituciones han gestado una educación y pensamiento androcéntrico, destinado a reproducir y transmitir ideas, saberes, valores, conductas y mecanismos que han asegurado la dominación masculina.
En la actualidad, pese a que las mujeres acceden en gran porcentaje a la educación escolar y universitaria, se sigue perpetuando la división sexual del trabajo; lo masculino sigue siendo el referente, invisibilizando el aporte de las mujeres en la sociedad.
En consecuencia y desde nuestro lugar de enunciación y acción, como Mesa de Género y Diversidad de la Universidad Austral de Chile, Sede Puerto Montt, nos planteamos y apostamos por develar, prevenir y erradicar la violencia patriarcal y machista que se ha instituido y perpetuado en las instituciones de educación superior y universitaria. A partir de ahí, se demanda una educación no sexista, que permita a todas, todos y todes desarrollarse en un espacio libre de violencias, con igualdad de oportunidades y decisiones.